Arquitectura revolucionaria

Étienne-Louis Boullée, cenotafio de Newton.

La arquitectura revolucionaria designa la fase del neoclasicismo que, en las vísperas de la Revolución francesa y con la afirmación de la exigencia moral de una nueva sociedad, se caracterizó, en el plano formal, por la alteración del repertorio de la antigüedad clásica, asumiendo al mismo tiempo un intenso valor ético y evocativo, con fuertes tendencias utópicas, simbólicas y visionarias.[1][2][3]

“…nunca es posible conocer a una cosa […] en sí misma; sino a través de signos […] que se manifiestan en la mente del contemplador […] al percibir la cosa…” dice Peirce, a lo que Lupin agrega “… el símbolo no puede ser exitosamente estudiado desde la mera intelectualidad; necesita de una acción conjunta entre intuición, emoción e intelecto.”.[4]​ La interpretación del objeto arquitectónico no es librada al azar por el artista, que proyecta considerando varios niveles perceptivos para obviar lecturas alternativas.

Las formas sensoriales son el vehículo de la metáfora a transmitir junto con la materia que la compone, la técnica para llevarlas a cabo y su implantación, y se los comprende a través de distintos canales: el emotivo, el intuitivo, el rememorativo y el asociativo, vinculados directamente con la individualidad del espectador, y a los cuales el proyectista puede apelar en mayor o menor medida según el caso particular.

La metáfora es en estos casos una parte fundacional, constitutiva del objeto. Las figuras arquitectónicas no pueden separarse de su discurso filosófico, reconcilian el mundo físico con el de las ideas, reproducen un relato inconsciente.

Oxford Languages define la palabra revolución como "cambio violento y radical en las instituciones políticas de una sociedad" o "cambio brusco en el ámbito social, económico o moral de una sociedad". En cualquiera de los dos casos lo que se modifican son las cosmovisiones y los ideales perseguidos por la sociedad, ideales que buscan ser manifestados y difundidos. Es en pos de este objetivo que la arquitectura se convierte en una herramienta de expresión de gran alcance.

  1. Middleton y Watkin, 2001, p. 173.
  2. Borsi, 1979, p. 71.
  3. Burini, 1995, p. 277.
  4. Lupin, Jorge Eduardo (2004). El lenguaje secreto de los símbolos. Mar del Plata, Argentina. ISBN 987-43-8558-8. 

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